miércoles, 12 de agosto de 2015


 “LA TERCERIZACIÓN PERCEPTIVA”.

El origen de un pseudo problema filosófico.

 

Todo neurocientífico, así como cualquier individuo sin esa formación,  cuando observa,  supone que está percibiendo un mundo externo en el cual se halla inmerso junto con otros científicos, con su objeto de investigación, con su laboratorio, con la ciudad en que se encuentra, con el país al que pertenece esa ciudad, con el planeta, y finalmente, con el cosmos infinito.

Supone que ese entorno está más allá de la frontera de su corporalidad  y que cada observador aprecia los objetos que lo integran sólo variando, en mayor o menor medida, por los distintos ángulos o puntos de vista de la observación.

Sin embargo, si seguimos el camino trazado por las neurociencias, debemos concluir que no hay diferentes puntos de vista sobre un mismo objeto. Por el contrario, hay tantos objetos Xs como observadores, suponiendo que cada uno de ellos “decodifica” un universo visual propio y exclusivo al interior de su cerebro, aunque provengan de estímulos comunes y que sus constataciones sean más o menos sincrónicas y  correlacionadas.

En este contexto, lo que llamamos “realidad de mundo” es un fenómeno que se genera dentro del cerebro. Sin embargo, esa constatación: “que toda la realidad  se genera dentro del cerebro” es parte del fenómeno internista de la percepción. Si  todo mi mundo incluidas mis reflexiones, emociones, constataciones, historia personal, etc. es “algo que ocurre dentro de mi cabeza”, mi cabeza necesariamente ocurre también dentro de ese “algo”, porque mi percepción de la cabeza forma parte de la percepción del mundo.

Entonces, se separa, mediante la frontera cráneo-cerebral, al mundo subjetivo mental  del supuesto mundo objetivo, que sería el entorno medioambiental, que comprende desde la habitación en que se encuentra el Observador, hasta la estrella más distante del firmamento.

A esta dicotomía entre la sensación fenoménica  y las explicaciones neurofisiológicas, la he denominado “Tercerización Perceptiva”, porque supone tres elementos: lo interno mental, la frontera corporal y lo  externo objetivo.

Bajo esta errónea interpretación, la consciencia no tiene más remedio que ser un fenómeno ontológicamente muy extraño, terriblemente inasible, pero paradojalmente, mediante el cual el sujeto se percata del entorno y de sí mismo.

El “Problema Difícil de la Consciencia”, del Filósofo Davis Chalmers, es en realidad un pseudo problema surgido de la Tercerización Perceptiva: no podemos válidamente preguntarnos cómo surge la consciencia a partir de las redes neuronales ni tampoco por qué no podemos detectarla al someter un cerebro a examen, dado que la única consciencia presente y posible es la del experimentador y constituye una totalidad inclusiva.

Entonces, la consciencia ha resultado elusiva hasta hoy, no por limitaciones tecnológicas  o del arte científico como ingenuamente creen los científicos o los filósofos fisicalistas, emergentistas o partidarios de la sobreveniencia.

Ha sido indetectable en su fuente de origen y localización porque se trata de un sesgo de la cognición.

Al comprender el sesgo comprendemos porqué siempre se trató de un pseudo problema y por tanto, aparentemente irresoluble, para la Filosofía de la Mente.