jueves, 6 de marzo de 2014

UNIVERSO SUBJETIVO Y PARMÉNEON. LA PARTE Y EL TODO DE LA NEUROMETAFÍSICA


¿POR QUÉ EL UNIVERSO ES SUBJETIVO?

 

“Objetividad es el delirio de un sujeto que piensa que observar se puede hacer sin él”.

Heinz von Foerster

 

  Lo común de empirismo e idealismo.

El empirismo clásico, el empirismo idealista y el racionalismo cartesiano tienen más punto en común que lo que ellos mismos quisiesen reconocer. El obispo Berkeley citaba con gran admiración por sus escritos sobre Ensayo so­bre el entendimiento humano a Locke, a la sazón, considerado el padre del empirismo.  Hume, otro gran empirista, a su vez, no decía cosas muy distintas a Descartes, en cuanto a que ambos reconocían que todo lo que hay en la mente de una u otra manera deriva de los sentidos o las sensaciones.

Ahora, la ligazón entre ellos se torna muy evidente en el siguiente sentido: independiente del hecho  que sostengamos que el universo tenga o no un sustrato material, lo único que puede atestiguar un sujeto perceptor son las ideas que se representa. Estas ideas pueden ser ideas de objetos sensibles, ideas de sentimientos o emociones e “ideas de ideas” (para resumir, por ahora, la labor propia de pensamiento abstracto).

Vemos que Hume y Berkeley, por ejemplo,  se dan la mano en un punto preciso: nuestra posición para apreciar la realidad es desde la esquina de la idea o la impresión  del objeto, no desde el objeto en sí mismo, prescindiendo, por ahora, de la discusión acerca de si tal objeto existe o no.


 El PARMÉNEON

Sea cual sea la postura que se sostenga respecto de lo reseñado anteriormente, hay un hecho indubitable: lo que capta un Observador son ideas o representaciones generadas por estímulos que provienen de un ámbito ignoto pero necesario. Esa subyacencia velada, causal, eficiente, innegable, la  denominaré de ahora en adelante,  Parméneon.

Esta denominación es un neologismo compuesto por la fusión de “Parménides”— filósofo del ser homogéneo, completo, inmóvil y total— y “Eón”, en su acepción de eternidad e inteligencia.
El Parméneon es el océano que inunda pero a su vez circunda el mundo personal de un individuo que, insisto, es el único mundo que puede atestiguar y en el cual se han verificado todas las ideas sensaciones y concepciones registradas durante su vida: su Teatro Cartesiano —a decir de Daniel Dennett[1]—, aquel  coliseo intimo e interior, en cuyas tablas se ha desarrollado la opera de la  vida, y que para esta visión, es simplemente una burbuja en el mar del Parméneon.

 

 




[1] Dennett acuñó este término en sorna. No sabía lo preciso que resulta y cuán equivocado estaba.

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