domingo, 16 de marzo de 2014

EL EFECTO VENTANA


  El Efecto Ventana.

(Una primera aproximación errónea, pero necesaria).

 Lo primero que tenemos que comprender es algo curioso. Nosotros no vemos hacia afuera como nuestros sentidos tienden a hacernos creer. Las imágenes visuales se producen en el cerebro, no afuera de  los ojos. Los ojos solo captan las señales luminosas que los conos y bastones (las células oculares) transforman en impulsos eléctricos que viajan al cerebro para que este construya la imagen.

Nosotros pensamos que lo que vemos está afuera por la increíble coordinación que adquirimos, a medida que crecemos, entre nuestro sentido de la vista y el tacto. Cuando somos bebés no coordinamos bien entre lo que nuestro cerebro registra como realidad y nuestras manos. A medida que esta coordinación se va afinando y nuestro cuerpo empieza a desplazarse por el entorno, vamos adquiriendo, cada vez más, una fuerte vinculación entre lo que registramos visualmente y el efecto somático que produce.

En consecuencia, sufrimos de un “efecto ventana”. Creemos que nuestros ojos son ventanas al exterior y cuando los cerramos, es equivalente a cerrar la ventana.

Por el contrario, y debo insistir en esto: nosotros vemos hacia adentro, como si tuviéramos al interior de la cabeza una pantalla mental. De lo contrario, no existirían los sueños vívidos. En un sueño vívido el cerebro recurre a sus memorias de cuadros sensoriales y recrea una realidad interna sin necesidad de que los órganos perceptores le proporcionen información.[1]

 

Me he permitido esta cita personal, ya que aclara muy bien lo que es el denominado efecto ventana. Lo he ejemplificado con la vista, ya que es nuestro sentido más desarrollado y, por lo mismo, el mayor forjador de la ilusión que hace creer al Observador que lo que ve esta a fuera.

El gran Neurocientífico español Francisco Mora lo explica de la siguiente manera:

 

 “…las neuronas de la retina no copian nada del mundo externo, sino que detectan cosas  que son las que enviará luego al cerebro para su posterior procesamiento. Como señala Blackmore (1976): Las neuronas presentan argumentos al cerebro basados en las características especificas que detectan (en el mundo exterior), argumentos estos con los que el cerebro construye su hipótesis de la percepción”[2].

 

Esta es una idea sobre la que se debe insistir: si el Observador  levanta la vista de este texto y recorre toda la habitación, no puede evitar tener la convicción de que se encuentra sentado en un determinado ángulo de la habitación  y que, a medida que mueve su cabeza, lo que observa son los elementos de la realidad que lo rodean.

Debe el Observador  hacer un esfuerzo y comprender lo que realmente ocurre: todo lo que atestigua con su visión  se está produciendo dentro de su cerebro. Si alza las manos y las ve, eso también está ocurriendo dentro de su cerebro. 

Si cierra los ojos y se imagina o rememora la escena que acaba de contemplar, tendrá una imagen más accesible de lo que significa que la realidad se esté produciendo dentro y no afuera.



[1] Salinas, Nolberto, Travesía a Vulcano,  Editorial Catalonia, Santiago, Chile, 2011.
[2] Mora, Francisco, Como Funciona el Cerebro; Pág. 108.

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