El Efecto Ventana.
(Una primera aproximación errónea,
pero necesaria).
Lo primero que tenemos que comprender es algo
curioso. Nosotros no vemos hacia afuera como nuestros sentidos tienden a
hacernos creer. Las imágenes visuales se producen en el cerebro, no afuera
de los ojos. Los ojos solo captan las
señales luminosas que los conos y bastones (las células oculares) transforman
en impulsos eléctricos que viajan al cerebro para que este construya la imagen.
Nosotros
pensamos que lo que vemos está afuera por la increíble coordinación que
adquirimos, a medida que crecemos, entre nuestro sentido de la vista y el
tacto. Cuando somos bebés no coordinamos bien entre lo que nuestro cerebro
registra como realidad y nuestras manos. A medida que esta coordinación se va
afinando y nuestro cuerpo empieza a desplazarse por el entorno, vamos
adquiriendo, cada vez más, una fuerte vinculación entre lo que registramos
visualmente y el efecto somático que produce.
En
consecuencia, sufrimos de un “efecto ventana”. Creemos que nuestros ojos son
ventanas al exterior y cuando los cerramos, es equivalente a cerrar la ventana.
Por el
contrario, y debo insistir en esto: nosotros vemos hacia adentro, como si
tuviéramos al interior de la cabeza una pantalla mental. De lo contrario, no
existirían los sueños vívidos. En un sueño vívido el cerebro recurre a sus
memorias de cuadros sensoriales y recrea una realidad interna sin necesidad de
que los órganos perceptores le proporcionen información.[1]
Me
he permitido esta cita personal, ya que aclara muy bien lo que es el denominado
efecto ventana. Lo he ejemplificado
con la vista, ya que es nuestro sentido más desarrollado y, por lo mismo, el
mayor forjador de la ilusión que hace creer al Observador que lo que ve esta a
fuera.
El gran Neurocientífico
español Francisco Mora lo explica de la siguiente manera:
“…las neuronas de la retina no copian nada del
mundo externo, sino que detectan cosas
que son las que enviará luego al cerebro para su posterior
procesamiento. Como señala Blackmore (1976): Las neuronas presentan argumentos
al cerebro basados en las características especificas que detectan (en el mundo
exterior), argumentos estos con los que el cerebro construye su hipótesis de la
percepción”[2].
Esta
es una idea sobre la que se debe insistir: si el Observador levanta la vista de este texto y recorre toda
la habitación, no puede evitar tener la convicción de que se encuentra sentado
en un determinado ángulo de la habitación
y que, a medida que mueve su cabeza, lo que observa son los elementos de
la realidad que lo rodean.
Debe el Observador hacer un esfuerzo y comprender lo que
realmente ocurre: todo lo que atestigua con su visión se está produciendo dentro de su cerebro. Si
alza las manos y las ve, eso también está ocurriendo dentro de su cerebro.
Si
cierra los ojos y se imagina o rememora la escena que acaba de contemplar,
tendrá una imagen más accesible de lo que significa que la realidad se esté
produciendo dentro y no afuera.
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