DIÁLOGOS SOBRE OMNIPOTENCIA Y RUTINA
Introduzco
este interesante diálogo entre Spock y Filón que expresa la relación de
lenguaje y el mundo, y los límites a que nos circunscribe la Neurometafísica.
—Spock,
en ese caso el Observador, así como podría hacerlo un lector con aptitudes
literarias, ¿puede volverse escritor y
cambiar la narración a su gusto?
—Te
agrada esa idea Filón. Parece que tendríamos así alguna posibilidad de no ser
pasivos y lograr que la novela fuese más interesante rescribiéndola conforme a
ciertos intereses del Observador.
—Por
supuesto, Spock. En vez de ser meras marionetas, podríamos ser superhombres con
poderes y tener el mundo a nuestros pies.
—Eso
es posible pero a la vez imposible, amigo.
— ¿Por
qué Spock? No entiendo.
—Es
posible porque hay una novela en alguna parte del Parméneon (El TODO concebido como generador de universos subjetivos) donde ello ocurre.
Si lo acabas de verbalizar, ten la seguridad que existe. Pero es imposible como un acto de
creación o como una iniciativa novedosa, ya que todas las posibles versiones
están escritas y ocurriendo simultáneamente. Y en el TODO no hay lugar para
algo nuevo. Tu única esperanza se encuentra al voltear la hoja de tu novela
personal y que lo que anhelas ocurra. Pero, si al leer la nueva página de tu
vida, ves que sigues siendo el mismo, no te preocupes. Lo que has deseado igual
es realidad, aunque un poco más allá, en un Universo paralelo, en este eterno
instante.
— Pero,
por otra parte, Spock, ¿cuál es la
gracia de leer una novela que está hecha
por siempre y que siempre se lee, como una versión literaria de la condena de
Sísifo?
La gracia
es que el Observador lee en cuanto es un
Observador, no en cuanto es el Parméneon. El acto de leer la existencia no es
diferente al de leer una novela. Tú puede releer una novela conocida, pero
aunque conozcas el final, solo será lector en cuanto la experimentes. Cuando
levantas los ojos del texto, cuando recuerdas su final o la totalidad de su trama, ya no eres un
lector. Y para efectos del Universo “Y”,
equivaldría a dejar de experimentarlo como ser consciente y por lo tanto ese
universo desaparecería, no porque se extingue, sino porque retorna a la
totalidad indiferenciada. Tal vez, esa fue la intuición de Platón cuando
planteó su anamnesis, pero con una precisión: el Observador no olvida porque
así lo quiere o porque se ve obligado a ello por el equipaje de la materia y en consecuencia el conocimiento se vuelve
un esfuerzo por rememorar. Lo que ocurre es que
le es imposible recordar, porque es una focalización del Parméneon y, por definición, una focalización es la antítesis
de una apreciación holística que, en el caso del Parméneon como un todo, es
equivalente a no apreciar nada.
— ¿O sea,
Spock que el Parméneon no puede
observarse como totalidad?
— Es
paradójico, Filón, pero podemos especular que eso es lo que debiera ocurrir
(pues, no somos el Parméneon), ya que observar es focalizar. Luego, conciencia, observación, universo, pregunta,
respuesta, sentido, azar, opción, alternativa, reflexión, principio, teoría,
espacio, tiempo, duda, certeza, etc., no son
conceptos aplicables a una totalidad “llena hasta el borde”, sino que a
una manifestación particular de esa totalidad que supone, por lo mismo, una
mayor o menor carencia de elementos. Una carencia aparente, producida por la focalización en ciertos
aspectos y no en otros.
— ¿Por
qué hablas de aparente carencia, Spock?
—Recuerda
que Parménides nos prohíbe la posibilidad de tornar en no existencia aquello
que ES[1].
Entonces, la carencia es sólo aparente, producida por la focalización. La
maravilla de esa aparente carencia es que a mayor falta de elementos, más
ilusión de movimiento, y por ello, la ilusión de una existencia más intensa y
apasionante.
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