sábado, 29 de marzo de 2014

OMNIPOTENCIA Y RUTINA. Spock y Filón


DIÁLOGOS  SOBRE OMNIPOTENCIA Y RUTINA

Introduzco este interesante diálogo entre Spock y Filón que expresa la relación de lenguaje y el mundo, y los límites a que nos circunscribe la Neurometafísica.

—Spock, en ese caso el Observador, así como podría hacerlo un lector con aptitudes literarias,   ¿puede volverse escritor y cambiar la narración a su gusto?

—Te agrada esa idea Filón. Parece que tendríamos así alguna posibilidad de no ser pasivos y lograr que la novela fuese más interesante rescribiéndola conforme a ciertos intereses del Observador.

—Por supuesto, Spock. En vez de ser meras marionetas, podríamos ser superhombres con poderes y tener el mundo a nuestros pies.

—Eso es posible pero a la vez imposible, amigo.

— ¿Por qué Spock? No entiendo.

—Es posible porque hay una novela en alguna parte del Parméneon (El TODO concebido como generador de universos subjetivos)  donde ello ocurre. Si lo acabas de verbalizar, ten la seguridad que  existe. Pero es imposible como un acto de creación o como una iniciativa novedosa, ya que todas las posibles versiones están escritas y ocurriendo simultáneamente. Y en el TODO no hay lugar para algo nuevo. Tu única esperanza se encuentra al voltear la hoja de tu novela personal y que lo que anhelas ocurra. Pero, si al leer la nueva página de tu vida, ves que sigues siendo el mismo, no te preocupes. Lo que has deseado igual es realidad, aunque un poco más allá, en un Universo paralelo, en este eterno instante.

— Pero, por otra parte, Spock,  ¿cuál es la gracia  de leer una novela que está hecha por siempre y que siempre se lee, como una versión literaria de la condena de Sísifo?

La gracia es que  el Observador lee en cuanto es un Observador, no en cuanto es el Parméneon. El acto de leer la existencia no es diferente al de leer una novela. Tú puede releer una novela conocida, pero aunque conozcas el final, solo será lector en cuanto la experimentes. Cuando levantas los ojos del texto, cuando recuerdas su final  o la totalidad de su trama, ya no eres un lector. Y  para efectos del Universo “Y”, equivaldría a dejar de experimentarlo como ser consciente y por lo tanto ese universo desaparecería, no porque se extingue, sino porque retorna a la totalidad indiferenciada. Tal vez, esa fue la intuición de Platón cuando planteó su anamnesis, pero con una precisión: el Observador no olvida porque así lo quiere o porque se ve obligado a ello por el equipaje de la materia  y en consecuencia el conocimiento se vuelve un esfuerzo por rememorar. Lo que ocurre es que  le es imposible recordar, porque es una focalización del Parméneon  y, por definición, una focalización es la antítesis de una apreciación holística que, en el caso del Parméneon como un todo, es equivalente a no apreciar nada.

— ¿O sea, Spock  que el Parméneon no puede observarse como totalidad?

— Es paradójico, Filón, pero podemos especular que eso es lo que debiera ocurrir (pues, no somos el Parméneon), ya que observar es focalizar. Luego,  conciencia, observación, universo, pregunta, respuesta, sentido, azar, opción, alternativa, reflexión, principio, teoría, espacio, tiempo, duda, certeza, etc., no son   conceptos aplicables a una totalidad “llena hasta el borde”, sino que a una manifestación particular de esa totalidad que supone, por lo mismo, una mayor o menor carencia de elementos. Una carencia aparente,  producida por la focalización en ciertos aspectos y no en otros.

— ¿Por qué hablas de aparente carencia, Spock? 

—Recuerda que Parménides nos prohíbe la posibilidad de tornar en no existencia aquello que ES[1]. Entonces, la carencia es sólo aparente, producida por la focalización. La maravilla de esa aparente carencia es que a mayor falta de elementos, más ilusión de movimiento, y por ello, la ilusión de una existencia más intensa y apasionante.

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[1] Regla de Oro de Parménides: “el Ser es y el No Ser no es”. Ver cap. IX.

martes, 25 de marzo de 2014

SPOCK Y FILON. SOBRE "EL EFECTO VENTANA"


 

 

Un diálogo entre el Vulcano Spock y el filósofo terrestre Filón[1], que creo, logra expresar  pedagógicamente las paradojas del  “efecto ventana”:


 
— Spock ¿Por qué sostienes algo tan absurdo como que los pensamientos y los hechos materiales o físicos son lo mismo?
—Te lo explicaré con un experimento. Pon tu mano sobre la mesa y date un pellizco…  ¿Dónde sentiste el dolor?
¿Hay algún truco en la pregunta, Spock?
— No, Filón, sin trucos…
— En la mano.
— Pero para que te des cuenta que tu dolor fue en la mano, tienes que pensar en ello.
— Parece que debiera ser así, Spock.
— Veamos si podemos adquirir certeza y no sólo un parecer… Si estuvieras desmayado y alguien te pellizca la mano ¿sentirías dolor?
—No, Spock. Si no estoy consciente, no puedo sentirlo.
— ¿Y a que te refieres con “consciente” en esta situación, Filón? ¿Acaso a la generación de un pensamiento que interprete el pinchazo y “te diga interiormente a ti mismo” aquello que ocurrió?
—De hecho, es así, Spock.
— Entonces, al menos estamos de acuerdo en que, lo que realmente da cuenta del pinchazo para ti, es el pensamiento que “atestigua” —por así decirlo— el hecho del pinchazo.
— Es de toda lógica, Spock… Pero ese argumento es tu perdición.
— ¡Fascinante, Filón! Me gustaría saber por qué…
— Porque si bien el pensamiento permite que me percate del pinchazo sabemos, a partir de ese instante, que el pinchazo fue en la mano  y vuelve a generarse este asombroso dualismo entre el pensamiento y la materia; entre la mente y el cuerpo.
— ¿De qué mano me hablas?
— ¡No preguntes obviedades, Spock! … Esta mano.  La que pellizqué y que pertenece al reino de lo físico.
— ¿Lo físico, Filón? ¡Cuántas veces debo recordarte el “efecto ventana” cuando dialogamos sobre la consciencia!
— No comprendo bien, Spock.
— Tu mano, la que esgrimes triunfalmente, así como el dolor experimentado, son todas representaciones mentales de estímulos provenientes del Parméneon. Luego, tu mano no es algo distinto de tus otras representaciones mentales.
– Pero ¡eso es terrible, Spock!
— No es terrible… Es lógico.  Si aceptas, de acuerdo a las Neurociencias, el hecho indiscutible que nuestros sentidos captan señales desde afuera del cuerpo y estos son interpretados al interior del cerebro por diferentes estructuras, debes aceptar que el universo que  tú conoces es algo que ocurre en tu mente. Todo lo que ves, recuerdas, imaginas, sientes, en fin,  todo estado mental, siempre ha ocurrido dentro de tu cabeza, que es  también una representación, al igual que  tu mano, el pellizco y el dolor.
 
— ¿Y cuál es el universo real, Spock?
—El Parméneon[2] y tu mundo interior que, paradojalmente, es también parte de él.  Pero…  eso es materia de otra conversación.
 
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[1] Elaboré este diálogo sin saber en ese momento que Berkeley había hecho  un ejercicio parecido  y con la misma finalidad, donde a sus personajes les denominó Hilas y Filonús. La coincidencia del estilo y la semejanza entre Filonús y  Filón, no dejan de sorprenderme gratamente.


[2] Parméneon: Neologismo por la fusión de Parménides y Eón. Es el TODO desde el punto de vista de agente generador de los infinitos universo subjetivos que integran la totalidad
 

 

domingo, 16 de marzo de 2014

SUEÑOS Y NEUROMETAFISICA


  Los sueños como indicios

Los sueños vívidos son también una buena analogía. En tales sueños, el Observador  experimenta todos los estímulos sensoriales propios de la vigilia: olores, sabores, tacto, imágenes, sonidos, equilibrio, propiocepción y exteriocepción. Tan absorbente es un sueño vívido que mientras se está desarrollando el durmiente no sabe que se trata de un sueño.

Lo lamentable de los sueños vívidos, que serían el equivalente a la experiencia de la vigilia, en cuanto a calidad de resolución de los estados mentales involucrados, es que se olvidan rápidamente, y tras un tiempo corto (algunas horas), sólo se recuerda el hecho del sueño vívido, la impresión que causó y algunas imágenes y trazos del argumento del sueño.

Los  sueños vívidos que El Observador  ha experimentado alguna vez y que ha logrado atestiguar claramente por un hecho fortuito, (como despertarse o ser despertado en mitad del sueño REM), tienen las siguientes características:

 

·         Se experimenta todo el repertorio de estímulos sensoriales: los 5 sentidos, exteriocepción y propiocepción, equilibrio, nauseas, dolores.

·         No se tiene consciencia en el transcurso que se trata de un sueño.

·         El sueño respeta las leyes físicas de nuestro universo: tiempo lineal, sucesión de eventos, gravedad, etc.

·         No se puede influir en el sueño

·         No se sabe lo que piensan los otros protagonistas

·         No se conoce el desenlace de los acontecimientos.

·         En este caso, se trata de un sueño no estrambótico, es decir no hay sucesos fantásticos o reñidos con la realidad (hay también sueños vívidos estrambóticos).

 

Francisco Mora ratifica lo anterior al señalar la equivalencia de procesos cerebrales  que existe entre la vigilia y el sueño REM.

 

“Ya sabemos  que durante el sueño que llamamos de ondas lentas la corteza cerebral  esta mayoritariamente inactivada, no así, sin embargo, durante el periodo REM o de las ensoñaciones. En este último periodo del sueño (sueño REM) algunas partes de la corteza cerebral, como la corteza cingulada anterior, la corteza prefrontal orbitaria y el núcleo central de la amígdala, se reactivan a niveles iguales o superiores a los que existen durante el periodo de vigilia”[1].

 

 “Durante el sueño REM (pero no durante el sueño No-REM) se ha podido observar, mediante técnicas de magnetoencefalografía, que el cerebro tiene una actividad tálamo-cortical (40 ciclos) muy similar a la que tiene el cerebro despierto”[2].

 

 

Entonces,  si no fuese por el hecho que El Observador  despierta en algún momento: ¿Cómo podemos distinguir este sueño de la realidad?

 No se puede. De acuerdo a mi Tesis, no hay diferencias constitutivas. El material con el que se fabrican los sueños son los mismos con que se fabrica la realidad cotidiana.

 
Algunos filósofos también han comprendido la enorme similaridad entre  la realidad onírica y la vigílica, como al respecto lo señala Schopenhauer:

Tras esos pasajes poéticos, séame permitido expresarme con una comparación. La vida y el sueño son hojas de uno y el mismo libro. La lectura conexa es la vida real. Pero cuando las horas de lectura (el día) han llegado a su fin y comienza el tiempo de descanso, con frecuencia hojeamos ociosos y abrimos una página aquí o allá, sin orden ni concierto: a veces es una hoja ya leída, otras veces una aún desconocida, pero siempre del mismo libro. Y así, una hoja leída aisladamente carece de conexión con la lectura coherente: pero no por ello es muy inferior a esta, si tenemos en cuenta que también la totalidad de la lectura coherente arranca y termina de forma improvisada y no hay que considerarla más que como una hoja aislada de mayor tamaño.[3]

 


¿Existe, entonces, alguna  fuente de diferencia entre un sueño vivido y la realidad?

Si. La única fuente de diferencia es su precedencia. En el caso de la llamada  realidad, el estimulo viene directamente del Parméneon e interactúa con el sistema cerebral y memoria de El Observador. En el caso del sueño vívido el estimulo viene de su memoria. Es una mezcla de pasadas representaciones que fluyen sin orden ni concierto (en un sueño estrambótico) o con una línea argumental más definida (sueño correctamente secuenciado con la realidad). 

No obstante, debo apresurarme en advertir  que esta diferencia sólo tiene sentido desde el punto de vista del Observador en estado de vigilia que recuerda un sueño.

Pero ¿Qué ocurre cuando se encuentra inmerso en el sueño mismo?

 

Veremos durante el desarrollo de esta Tesis que los sueños son verdaderas realidades paralelas. Luego, nosotros suponemos por las experiencias de observación de lo que ocurre a terceros (no respecto del Observador) que los estímulos nocturnos pueden determinar aspectos de nuestros supuestos sueños. Pero en lo que respecta al Observador, este puede constatar sólo que hay alguna relación entre lo que él llama sueño y un evento inmediatamente anterior  que acaece en su realidad de pre-durmiente en un estadio semi-lucido o de duermevela.



[1] Mora, Francisco, El Yo Clonado, Pág. 28.
[2] ibíd., Pág. 29.
[3] Schopenhauer. El Mundo como Voluntad y Representación

EL EFECTO VENTANA


  El Efecto Ventana.

(Una primera aproximación errónea, pero necesaria).

 Lo primero que tenemos que comprender es algo curioso. Nosotros no vemos hacia afuera como nuestros sentidos tienden a hacernos creer. Las imágenes visuales se producen en el cerebro, no afuera de  los ojos. Los ojos solo captan las señales luminosas que los conos y bastones (las células oculares) transforman en impulsos eléctricos que viajan al cerebro para que este construya la imagen.

Nosotros pensamos que lo que vemos está afuera por la increíble coordinación que adquirimos, a medida que crecemos, entre nuestro sentido de la vista y el tacto. Cuando somos bebés no coordinamos bien entre lo que nuestro cerebro registra como realidad y nuestras manos. A medida que esta coordinación se va afinando y nuestro cuerpo empieza a desplazarse por el entorno, vamos adquiriendo, cada vez más, una fuerte vinculación entre lo que registramos visualmente y el efecto somático que produce.

En consecuencia, sufrimos de un “efecto ventana”. Creemos que nuestros ojos son ventanas al exterior y cuando los cerramos, es equivalente a cerrar la ventana.

Por el contrario, y debo insistir en esto: nosotros vemos hacia adentro, como si tuviéramos al interior de la cabeza una pantalla mental. De lo contrario, no existirían los sueños vívidos. En un sueño vívido el cerebro recurre a sus memorias de cuadros sensoriales y recrea una realidad interna sin necesidad de que los órganos perceptores le proporcionen información.[1]

 

Me he permitido esta cita personal, ya que aclara muy bien lo que es el denominado efecto ventana. Lo he ejemplificado con la vista, ya que es nuestro sentido más desarrollado y, por lo mismo, el mayor forjador de la ilusión que hace creer al Observador que lo que ve esta a fuera.

El gran Neurocientífico español Francisco Mora lo explica de la siguiente manera:

 

 “…las neuronas de la retina no copian nada del mundo externo, sino que detectan cosas  que son las que enviará luego al cerebro para su posterior procesamiento. Como señala Blackmore (1976): Las neuronas presentan argumentos al cerebro basados en las características especificas que detectan (en el mundo exterior), argumentos estos con los que el cerebro construye su hipótesis de la percepción”[2].

 

Esta es una idea sobre la que se debe insistir: si el Observador  levanta la vista de este texto y recorre toda la habitación, no puede evitar tener la convicción de que se encuentra sentado en un determinado ángulo de la habitación  y que, a medida que mueve su cabeza, lo que observa son los elementos de la realidad que lo rodean.

Debe el Observador  hacer un esfuerzo y comprender lo que realmente ocurre: todo lo que atestigua con su visión  se está produciendo dentro de su cerebro. Si alza las manos y las ve, eso también está ocurriendo dentro de su cerebro. 

Si cierra los ojos y se imagina o rememora la escena que acaba de contemplar, tendrá una imagen más accesible de lo que significa que la realidad se esté produciendo dentro y no afuera.



[1] Salinas, Nolberto, Travesía a Vulcano,  Editorial Catalonia, Santiago, Chile, 2011.
[2] Mora, Francisco, Como Funciona el Cerebro; Pág. 108.

jueves, 6 de marzo de 2014

NOLBERTO SALINAS

Este blog esta  dedicado al estudio de la Neurometafísica, un paradigma elaborado para resolver las inquietudes respectos de la consciencia humana.
Los invito a conocerlo.

AQUI Y AHORA ¿O AQUI Y RECIÉN ? LOS AYRs


El misterio de la consciencia es concebido hasta la actualidad como un flujo de información constante que se desarrolla en el tiempo; que procede del entorno al sujeto perceptor y que es procesada, de alguna manera, dentro del cerebro.

Lo que rebatiremos en estos posts  justamente estos dos puntos:

·         La conciencia como flujo en el tiempo.

·         La consciencia como recolector de información del entorno en el que se inserta el  individuo.

La destrucción de estas dos concepciones, tan arraigadas, se basa en el siguiente principio sustentado en la Neurometafísica

La consciencia es un evento de percepciónNo es un flujo permanente y no es producto de la interrelación entre un exterior que proporciona información al sujeto perceptor  y un interior que es el procesamiento interno que se verifica dentro del cerebro de individuo. Por el contrario, se trata de un evento impersonal, no espacial, que ocurre AQUÍ  y RECIÉN, y  que abreviaré como AyR.

Digo AQUÍ y RECIÉN a diferencia de esa socorrida frase muy usada en la explicaciones New Age de el “Aquí y el Ahora”, porque la conciencia es un evento de percatación. Es darse cuenta de algo que acaba de ocurrir, aunque sea en décimas de segundo, pero siempre se tratará de un evento pasado.

Y cuando digo AQUÍ, no estoy denotando la idea  de que algo no ocurre más allá dentro del universo subjetivo del perceptor que le rodea,  sino que no existe tal allá ni tal acá, sólo un AQUÍ.

 EL AQUÍ Y EL RECIÉN  (AYR)


 

a) FUNDAMENTO

¿De dónde derivamos la existencia de los AyR?  Las Neurociencias vienen nuevamente en nuestra ayuda:

 

El cerebro puede procesar un suceso simple o quantum en (12mseg). La cognición, por tanto, sería una recogida de periodos o quantums de tiempo.  [...] Algo así como una película de cine.


         Rodolfo Llinás

 

Como asevera Llinas los instantes de percepción son como fotogramas de una película y se generan, más o menos, 88 por segundo. Luego, son aprox. 316.800 por hora y alrededor de 5 millones en el día consciente (16 horas).

 Los AyR son un conjunto de fotogramas que constituyen un evento con sentido y por lo tanto un evento consciente. En buenas cuentas el Observador es como un empaquetador de supermercado: reúne elementos y los agrupa por relación (bebestibles, caramelos, alimentos, útiles de aseo, etc.), que los introduce en bolsas y los va pasando hacia el carro en la medida que los productos van siendo contabilizados por el cajero.

Los elementos que agrupa el empaquetador equivalen al Instante de Universo percibido (AyR). 

 

b)  AYR  DIRECTOS Y YUXTAPUESTOS.

 El AyR es la agrupación de una serie de fotogramas, pero con una importante diferencia a lo que ocurre en los fotogramas de una cinta o  film. El Parméneon construye el universo del Observador con dos elementos  principales.

 
AyR Directo. Un grupo de fotogramas directos que podríamos denominar  “grupo empírico” acompañado por una banda sonora, como las películas del cine, que da cuenta del instante de realidad subjetiva y que para estos efectos será un AyR Directo. También integran el AyR Directo impulsos táctiles específicos, olfativos y gustativos discontinuos. El tacto general, la vista y en el sonido, se consideran continuos: El tacto general es continuo, ya que siempre uno “siente que es” (más la exteriocepción y propiocepción); la vista también lo es, pues siempre vemos aunque sea con los ojos cerrados (vemos “negro”) y el sonido también, ya que se pueden percibir, aún  en situaciones de total aislación auditiva, los sonidos del cuerpo. 

 AyR Yuxtapuesto. El segundo elemento es  un grupo de fotogramas que llamaremos grupo ocasional o contingente que se encuentra, por decirlo así, acoplado al principal y que constituye los recuerdos, pensamientos o imaginación y que denominaremos “AyR Yuxtapuesto”.

El AyR yuxtapuesto no es completo, sólo contiene los elementos relevantes para su función de complemento al AyR directo (si es imaginería contiene imágenes, si es recuerdo táctil, una breve imagen y el tacto, si es una reflexión, una cinta sonora en off adicional, etc.) y normalmente  se yuxtapone parcialmente al  AyR directo o  principal.

 
El evento  de conciencia cristaliza las relaciones esenciales dentro de un AyR. Eso permite constatar  nuevas asociaciones cuando se piensa o recuerda, ya que no se puede recordar o imaginar un AyR íntegro, pues este no  puede ocupar el lugar de otro AyR, ya que lo desplazaría.

Entonces, lo que se atestigua en un recuerdo o imaginería, son los elementos esenciales de un AyR acoplado, que por lo mismo, no presenta la  integridad ni  la solidez entre sus fotogramas  que sí posee cuando es directo. Por eso, los recuerdos se tiñen de elementos  diversos y el Observador vacila respecto de los elementos de un recuerdo y muchas veces se contradicen con antecedentes del AyR empírico o directo, tales como, fotografías, cintas grabadas, filmaciones del evento, recuerdos de terceros etc.

El acto de consciencia  es entonces captar la asociación de datos del AyR directo, más las relaciones con sus eventuales AyR yuxtapuestos generando una unidad comprensiva que caracteriza al AyR actual. 

Cuando este AyR no es un evento de percepción directo, sino que un AyR yuxtapuesto sus elementos  empíricos son separables en mayor o menor medida. Sin embargo, se conserva el núcleo rector de ese acto de consciencia. En otras palabras,  la esencia de un AyR directo constituirá en otro instante el AyR  acoplado o yuxtapuesto de otro evento de consciencia.

Cuando un estímulo de un AyR directo  insta a recordar, lo que se recupera no es el AyR íntegro del recuerdo, sino que un destilado de él que se traduce como el AyR yuxtapuesto o acoplado.

El AyR actual o simplemente AyR es, por lo tanto, un evento de acoplamiento de un AyR  directo con uno o más AyR  yuxtapuestos que se traduce como pensamientos, recuerdos  o imaginerías.
Si el  AyR  yuxtapuesto se trajera completo, el Observador experimentaría una realidad doble y esquizofrénica.  Luego, lo que  contiene un AyR yuxtapuesto son imágenes esenciales con significación y una banda sonora adicional “en off”, cuando se trata de un  pensamiento o reflexión que se presenta como el  diálogo interno que atestigua el Observador.


[1] Mora, Francisco. El Reloj de la Sabiduría.

UNIVERSO SUBJETIVO Y PARMÉNEON. LA PARTE Y EL TODO DE LA NEUROMETAFÍSICA


¿POR QUÉ EL UNIVERSO ES SUBJETIVO?

 

“Objetividad es el delirio de un sujeto que piensa que observar se puede hacer sin él”.

Heinz von Foerster

 

  Lo común de empirismo e idealismo.

El empirismo clásico, el empirismo idealista y el racionalismo cartesiano tienen más punto en común que lo que ellos mismos quisiesen reconocer. El obispo Berkeley citaba con gran admiración por sus escritos sobre Ensayo so­bre el entendimiento humano a Locke, a la sazón, considerado el padre del empirismo.  Hume, otro gran empirista, a su vez, no decía cosas muy distintas a Descartes, en cuanto a que ambos reconocían que todo lo que hay en la mente de una u otra manera deriva de los sentidos o las sensaciones.

Ahora, la ligazón entre ellos se torna muy evidente en el siguiente sentido: independiente del hecho  que sostengamos que el universo tenga o no un sustrato material, lo único que puede atestiguar un sujeto perceptor son las ideas que se representa. Estas ideas pueden ser ideas de objetos sensibles, ideas de sentimientos o emociones e “ideas de ideas” (para resumir, por ahora, la labor propia de pensamiento abstracto).

Vemos que Hume y Berkeley, por ejemplo,  se dan la mano en un punto preciso: nuestra posición para apreciar la realidad es desde la esquina de la idea o la impresión  del objeto, no desde el objeto en sí mismo, prescindiendo, por ahora, de la discusión acerca de si tal objeto existe o no.


 El PARMÉNEON

Sea cual sea la postura que se sostenga respecto de lo reseñado anteriormente, hay un hecho indubitable: lo que capta un Observador son ideas o representaciones generadas por estímulos que provienen de un ámbito ignoto pero necesario. Esa subyacencia velada, causal, eficiente, innegable, la  denominaré de ahora en adelante,  Parméneon.

Esta denominación es un neologismo compuesto por la fusión de “Parménides”— filósofo del ser homogéneo, completo, inmóvil y total— y “Eón”, en su acepción de eternidad e inteligencia.
El Parméneon es el océano que inunda pero a su vez circunda el mundo personal de un individuo que, insisto, es el único mundo que puede atestiguar y en el cual se han verificado todas las ideas sensaciones y concepciones registradas durante su vida: su Teatro Cartesiano —a decir de Daniel Dennett[1]—, aquel  coliseo intimo e interior, en cuyas tablas se ha desarrollado la opera de la  vida, y que para esta visión, es simplemente una burbuja en el mar del Parméneon.

 

 




[1] Dennett acuñó este término en sorna. No sabía lo preciso que resulta y cuán equivocado estaba.

miércoles, 5 de marzo de 2014

PERCEPCIÓN Y NEUROMETAFISICA: EL OBSERVADOR


 

“5.641. Así pues, hay realmente un sentido en el que la filosofía puede hablar del yo de manera no psicológica. El yo entra en escena en filosofía porque “el mundo es mi mundo”[1].

 

Una conclusión fuerte y, pocas veces advertida, incluso, por los que escriben sobre el tema de la subjetividad del mundo, es que  debemos desembocar necesariamente en la existencia de un solo ser consciente posible en el universo: el Observador de ese universo.

Esta es una conclusión solipsista y absolutamente necesaria. Si el universo de las impresiones es algo que se verifica al interior de un cerebro, ese universo, compuesto por todos los elementos constitutivos, desde una brizna de paja a los cuásares y galaxias; desde las más íntimas emociones a los más preclaros pensamientos, son  a partir y respecto única y exclusivamente del Observador.

Debemos comprender la asombrosa realidad acerca de que dentro del universo mental de un individuo sólo puede estar él atestiguando ese mundo. Y todo lo que le rodea, incluido los demás individuos son impresiones o percepciones, algunas más complejas que otras; éstas, más queridas o atesoradas emocionalmente que aquéllas; pero al fin y al cabo, todas ellas son datos, fuentes de información que constituyen el universo personal del Observador.

Por esta razón, y dado que no es el momento de pronunciarme sobre la posibilidad de otras mentes, utilizaré el término El Observador, para referirme a un ser que atestigua  un universo personal o humano.



[1] Wittgenstein, Tractatus.
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INTRODUCCIÓN A LA PARADOJA NEUROMETAFISICA


Entender qué es la consciencia es la gran asignatura pendiente no sólo de la Filosofía, sino que también de la Neurociencia, de la Psicología e incluso,  hasta de la Física Cuántica que, en sus versiones más audaces, se  encuentra  con problemas inherentes a ella.

El problema crucial de la consciencia deriva de la contraposición que advertimos entre un mundo al que denominamos objetivo, frente a  la capacidad de “darse cuenta de”  que poseemos, al menos los seres humanos. Capacidad ésta, que se  presenta unida  a la  facultad de generar un universo representacional interno en cuya virtud interactuamos con el  medio ambiente natural y cósmico que, aparentemente, nos rodea.

La vieja pregunta desde Descartes hasta nuestros días es: cómo  ese mundo interno representacional —incluidos en él nuestros pensamientos, imaginerías y recuerdos— puede interactuar con  los aspectos biológicos materiales de nuestro cuerpo y cerebro, tanto respecto del proceso por el cual los estímulos externos materiales detonan las representaciones mentales (que son no materiales) y, a la inversa, cómo estas mismas representaciones no materiales influyen en nuestra conducta psíquica y corporal.

A este problema irresoluble, se responde en esta Tesis mediante un nuevo paradigma al que he denominado NEUROMETAFISICA.

La Neurometafísica es una aproximación metafísica que se deriva de la descripción de la realidad empírica, sobre los temas pertinentes a la Filosofía de la Mente,  que ofrecen las Neurociencias.

El método de trabajo empleado en esta Tesis consiste, en términos simples,  en  llevar hasta sus últimas consecuencias  las conclusiones que ofrece esa disciplina científica.

Al utilizar este método, arribamos a una paradoja extraordinaria: si es efectivo que la consciencia se produce al interior del cerebro, y que ese fenómeno  comprende la totalidad de las percepciones de un individuo; quiere decir que comprende todo el Universo que este individuo puede atestiguar: su fuero interno, su entorno corporal inmediato, calles, edificios, árboles, montañas, animales, personas, aves, insectos, planetas, estrellas, y hasta las galaxias  más lejanas captadas por un telescopio moderno. Comprende también sus pensamientos, emociones, recuerdos e imaginerías. Y, además, comprende su propio cuerpo y cerebro, ya que también son percepciones.

Entonces, si mi cerebro es otra percepción más: ¿Dónde radica la capacidad de integrar la información que supuestamente le atribuimos a la mente humana? ¿Dónde se almacenan los recuerdos? ¿Qué son los sueños? ¿Cómo se generan las ideas o imaginerías?  ¿Cuál es la causa eficiente de la voluntad, si el cuerpo que actúa y la mente que decide son meras percepciones?

Incluso, tan interesantes son estas paradojas que, si realmente aceptamos que el universo la realidad de todos los días—  que  cada uno de los seres humanos experimentamos, es un fenómeno que se produce en el cerebro, significa que el cráneo sería un concepto metafísico, pues no habría cómo acreditar su existencia.  

En efecto, haga los esfuerzos que haga, aunque tome la nave espacial más rápida, incluso superior en miles de veces a la velocidad de la luz (si tal cosa fuere posible) y llegase a los confines del Universo, no avanzaría ni un milímetro hacia su cráneo, ya que todo ese viaje espacial seguiría siendo un fenómeno intracerebral y nada que haga o piense enclaustrado en ese mundo virtual interno le permitiría comprobar la  existencia de su cráneo.

Esta Tesis aborda estas paradojas y propone cómo resolverlas, pero para ello, necesariamente, se debe efectuar un giro copernicano a  la gran mayoría de los paradigmas con que trabaja la Ciencia y gran parte de la Filosofía.

La Neurometafísica  implica ver al mundo y al ser humano desde una perspectiva radicalmente nueva que, a veces, puede ser deprimente, sorprendente o terrorífica, según me han manifestado personas de alto nivel reflexivo con quienes he intercambiado ideas al respecto, pero estimo que es el precio que debemos pagar si queremos tratar de comprender el fenómeno de la consciencia.